Dentro del deseo de trascendencia, la lucha por alcanzar el éxito muchas veces está condicionado por las cualidades que nos otorga la naturaleza.
El otro día leía una noticia referida al cuadro que se encuentra el museo del Prado que es una copia de la Gioconda. Se comenta sobre su posible originalidad y si este es el original y el otro no.
Abierto el debate con claros fines mediáticos y económicos, también en estos días se ha encontrado una tumba que puede contener los despojos mortales de quién dio vida al archifamoso retrato de la Gioconda. Según dice la leyenda y los historiadores era una dama de altos linajes de la época.
Pero mi post no viene relacionado con el debate ni mucho menos, sino con una imagen que me viene la mente cada vez que veo la Gioconda y sus reproducciones.
Hace años, trabajaba en una agencia de modelos publicitarios y que el volumen de trabajo era importante.
Estábamos siempre buscando nuevas modelo para las diferentes campañas de los clientes. Si algo nos caracterizaba era tener un amplio abanico de posibilidades estéticas, lo que permitía cubrir todas las necesidades de los anunciantes y productores.
Como bien dije, esto ocurre hace años, en los principios de los noventa y en el que estos temas si bien estaban evolucionados la ausencia de la fotografía digital y del photoshop hacía que la tarea fuera bastante mas compleja. Debíamos de hacer las entrevistas personalmente ya que no era común el que las aspirantes primerizas tuvieran un book en condiciones debido a los altos costes que representaba pasar por un fotógrafo de calidad que acertara con los posados que realzaran su figura y belleza natural.
Hacíamos cada semana quizás un centenar de entrevistas de las que pasaban a una seguna etapa menos del diez por ciento. Entre todo ese trasiego de fichas, registros fotográficos (para poder unir la cara a la ficha) y demás, apareció encima de mi escritorio un book. Seguramente lo dejó uno de los asistentes que no quiso comprometerse en entregarlo personalmente, aunque casi estoy seguro quién fue, a la fecha no me lo ha confirmado.
Era una chica normal, pero tenía capacidades histriónicas y demostraba seguridad en sí misma haciendo unos posados de medio cuerpo en el que apoyaba su mentón sobre su puño emulando una pose pensativa y una semi-sonrisa idéntica a la de la Gioconda (tal cual como un cocktail entre la famosa estatua del pensador y el cuadro de Da Vinci). Muchas veces, los que trabajamos en este ambiente, preferimos la capacidad de trabajo y responsabilidad que la belleza, ya que nos garantiza que el proceso ¨fluya¨ con mayores garantías para el anunciante y para la agencia. La presentación de un book demostraba esfuerzo, energía y compromiso con la profesión.
Como tampoco era descartable por falta de cualidades estéticas, me convenció para citarla a una entrevista, ya que teníamos que preparar unos anuncios para una clínica odontológica con gente cercana y que sus rostros pudieran hacer que cualquiera pudiera identificarse con esa modelo.
La llamo por teléfono a su casa (en esa época los móviles no estaban en manos de todos) y le dejo un mensaje a quién seguramente era su abuela en el que la citaba al día siguiente sobre las 9 de la mañana.
Asiste puntual y la hago pasar a mi despacho ya casi con la idea de tener solucionado el problema de encontrar el rostro para el anuncio de la clínica odontológica. Nos ponemos a hablar sobre su experiencia y en toda la entrevista mantiene la corrección y las formas, pero en determinado momento percibo que ante un comentario hace una mueca y contiene la sonrisa que a su vez intenta disimular con su mano. Mi primera sensación fue que quizás fuera timidez y me dio un poco de miedo esa situación, ya que ante las cámaras y en un proceso de rodaje con todo el equipo exigiéndole para que sacara su mejor sonrisa podía ser una carga extra de trabajo.
Y en ese momento ocurrió lo que ya no esperaba: sonrió abiertamente al despedirse.
La naturaleza a veces es injusta con nuestras aspiraciones y no nos permite tener lo que necesitamos para triunfar en lo que deseamos.
Su sonrisa expandida dejó al descubierto una serie de deformaciones dentales que prefiero no detallar.
Esa situación me dejó una huella némica por varios motivos. Pero más allá de toda la situación, esa imagen es la que recuerdo cada vez que veo la Gioconda. Una sonrisa reprimida ocultando probablemente una dentadura que seguramente tendría imperfecciones severas.
Probablemente ese sea el famoso secreto de la sonrisa de la Gioconda, disimulado por Leonardo usando con tanta astucia su arcaico photoshop en el afán de congraciarse con su mecenas o patrocinador.
El otro día leía una noticia referida al cuadro que se encuentra el museo del Prado que es una copia de la Gioconda. Se comenta sobre su posible originalidad y si este es el original y el otro no.
Abierto el debate con claros fines mediáticos y económicos, también en estos días se ha encontrado una tumba que puede contener los despojos mortales de quién dio vida al archifamoso retrato de la Gioconda. Según dice la leyenda y los historiadores era una dama de altos linajes de la época.
Pero mi post no viene relacionado con el debate ni mucho menos, sino con una imagen que me viene la mente cada vez que veo la Gioconda y sus reproducciones.
Hace años, trabajaba en una agencia de modelos publicitarios y que el volumen de trabajo era importante.
Estábamos siempre buscando nuevas modelo para las diferentes campañas de los clientes. Si algo nos caracterizaba era tener un amplio abanico de posibilidades estéticas, lo que permitía cubrir todas las necesidades de los anunciantes y productores.
Como bien dije, esto ocurre hace años, en los principios de los noventa y en el que estos temas si bien estaban evolucionados la ausencia de la fotografía digital y del photoshop hacía que la tarea fuera bastante mas compleja. Debíamos de hacer las entrevistas personalmente ya que no era común el que las aspirantes primerizas tuvieran un book en condiciones debido a los altos costes que representaba pasar por un fotógrafo de calidad que acertara con los posados que realzaran su figura y belleza natural.
Hacíamos cada semana quizás un centenar de entrevistas de las que pasaban a una seguna etapa menos del diez por ciento. Entre todo ese trasiego de fichas, registros fotográficos (para poder unir la cara a la ficha) y demás, apareció encima de mi escritorio un book. Seguramente lo dejó uno de los asistentes que no quiso comprometerse en entregarlo personalmente, aunque casi estoy seguro quién fue, a la fecha no me lo ha confirmado.
Era una chica normal, pero tenía capacidades histriónicas y demostraba seguridad en sí misma haciendo unos posados de medio cuerpo en el que apoyaba su mentón sobre su puño emulando una pose pensativa y una semi-sonrisa idéntica a la de la Gioconda (tal cual como un cocktail entre la famosa estatua del pensador y el cuadro de Da Vinci). Muchas veces, los que trabajamos en este ambiente, preferimos la capacidad de trabajo y responsabilidad que la belleza, ya que nos garantiza que el proceso ¨fluya¨ con mayores garantías para el anunciante y para la agencia. La presentación de un book demostraba esfuerzo, energía y compromiso con la profesión.
Como tampoco era descartable por falta de cualidades estéticas, me convenció para citarla a una entrevista, ya que teníamos que preparar unos anuncios para una clínica odontológica con gente cercana y que sus rostros pudieran hacer que cualquiera pudiera identificarse con esa modelo.
La llamo por teléfono a su casa (en esa época los móviles no estaban en manos de todos) y le dejo un mensaje a quién seguramente era su abuela en el que la citaba al día siguiente sobre las 9 de la mañana.
Asiste puntual y la hago pasar a mi despacho ya casi con la idea de tener solucionado el problema de encontrar el rostro para el anuncio de la clínica odontológica. Nos ponemos a hablar sobre su experiencia y en toda la entrevista mantiene la corrección y las formas, pero en determinado momento percibo que ante un comentario hace una mueca y contiene la sonrisa que a su vez intenta disimular con su mano. Mi primera sensación fue que quizás fuera timidez y me dio un poco de miedo esa situación, ya que ante las cámaras y en un proceso de rodaje con todo el equipo exigiéndole para que sacara su mejor sonrisa podía ser una carga extra de trabajo.
Y en ese momento ocurrió lo que ya no esperaba: sonrió abiertamente al despedirse.
La naturaleza a veces es injusta con nuestras aspiraciones y no nos permite tener lo que necesitamos para triunfar en lo que deseamos.
Su sonrisa expandida dejó al descubierto una serie de deformaciones dentales que prefiero no detallar.
Esa situación me dejó una huella némica por varios motivos. Pero más allá de toda la situación, esa imagen es la que recuerdo cada vez que veo la Gioconda. Una sonrisa reprimida ocultando probablemente una dentadura que seguramente tendría imperfecciones severas.
Probablemente ese sea el famoso secreto de la sonrisa de la Gioconda, disimulado por Leonardo usando con tanta astucia su arcaico photoshop en el afán de congraciarse con su mecenas o patrocinador.